Leyenda Quetzalcóatl Se dice que Quetzalcóatl fue un hombre rubio, blanco, alto, barbado y de grandes conocimientos científicos, que enseñó a los pobladores de lo que hoy es México la orfebrería y la astrología, aunque jamás se llegó a saber su nacionalidad o precedencia. Se cuenta que habiendo bebido un suave pulque, se emborrachó y cometió actos bochornosos, después de lo cual decidió marcharse para siempre tomando el rumbo frl Golfo de México o Mar de las Turuqesas.
Leyenda El Callejon Del Indio Triste Era el ańo de 1548. Veinte meses hacía que estas tierras estaban bajo el dominio espańol. El pueblo de Tlacuitlapán, todo desolación, porque su Seńor y Caudillo, el valiente Tlácuitl, se encontraba moribundo en su prisión. Su hija, la hermosa Xúchitl, la última princesa chichimeca, se hallaba a su lado llorando amargamente y unos cuantos servidores le acompańaban. De pronto, un destello de esperanza iluminó los empańados ojos del agonizante: era el Seńor del Pánuco, su gran amigo y aliado, Xólotl, el valiente, burlando la vigilancia a los carceleros, acababa de llegar. Haciendo un penoso esfuerzo, el moribundo, le hizo una seńa de que se acercara hasta su lecho y tomándolo lo unió a la mano desamparada de Xúchitl; y como si nada más esto esperara, cerró para siempre sus ojos, dejando a su pueblo a merced del vencedor y a su hija bajo el amparo de su proscrito.
Después de que se perdía esta comitiva, se echaba a llorar el indio y se escondía entre las ruinas, donde tenía su morada. Un día no se le vio más, lo buscaron y lo encontraron muerto y con asombro reconocieron al que fuera soberbio y valiente Xólotl y entre sus dedos encontraron una flor, símbolo de su amor por Xúchitl que significaba flor. Tiempo después abrieron un callejón en el sitio que ocupan las ruinas de aquel templo, el vulgo lo llamó “Callejón del Indio Triste”